Un amor a la brutalidad

Todo mundo fuimos niños alguna vez. Y todos hemos de recordar nuestros días en el aula: o eramos los listillos que se la sabían de todas pero que éramos debiluchos y todo mundo nos quitaba cosas siempre y nos golpeaba. O bien éramos de los bravucones que no sabían ni cinco por dos pero si que tenían madera para quitarle comida, o golpear a sus compañeritos. Casi siempre los segundos eran chicos malos que a todo mundo les caía mal, por su arrogancia, su pedantería, no importaba cuantas veces los regañaran a ellos les seguía valiendo un cacahuate, iban a seguir haciendo las mismas cosas malas y con el mismo orgullo. Con el tiempo esto acarreaba tener chicas, y aunque estuvieran jodidos, sacaban para adelante sus vidas. Y los listillos se morían de la envidia que ellos les ponían todas las ganas y hacían todo “lo correcto” y las cosas no les salían como a los abusivos, por que eso es lo que eran, unos abusivos. Después crecíamos y entendíamos que nada de eso tenía mucho sentido. Pero ahí queda el recuerdo, el recuerdo de los bárbaros que hacían lo que querían con su arrogancia y falta de modestia.



El año 2010 es uno que tengo en el corazón ya que fue el primero que realmente me dio por sentarme a la NFL, que por fin pude agarrarle el rollo y le descubrí lo hermoso a la adrenalina, a las reglas y a las pausas. Eh visto jugar a Montana, a Sims, a Aikman, a Unitas, a Stabler, a Payton, a Sanders, a Rice, a Young, pero solo en video. Aunque los Super Bowls desde la número 34 que tengo recuerdos. Eh leído todo lo que he podido y me he nutrido de cualquier manera posible. Aquel año aun me debatía por un equipo al que irme. Mis ojos aún se deleitaban con los fuegos artificiales de Vick y compañía, remontando un 31-10 que me puso a saltar como loco. Recuerdo a Brady siendo maniatado por la defensa de los Jets en la ronda divisional mientras me preguntaba “¿Qué tanto dicen de este?”, (pobre de mi, claro está), recuerdo como los Steelers se impusieron con un pase imposible a Antonio Brown en la ronda divisional frente a los Ravens después de ir perdiendo 21-7. Recuerdo ver perder y perder y perder a los Cowboys y me salían las mismas cuestiones que con Brady en aquellos momentos. La desesperación de ver como nadie detenía a Starks en la Wild-card de los Packers frente a los Eagles. Que año aquél. Yo terminé desembocándome por los Raiders en una carrera salvaje de 70 yardas de Darren Mcfadden en un juego contra los Jets que terminó en un 34-31, en la semana tres de la temporada 2011. Muy lejos aún estaban los cinco anillos de Brady, Derek Carr y el retiro de Calvin Johnson.

Y recuerdo que en esos tiempos lo importante era poner el balón en el aire, era lanzarlo y que alguien mas corriera muy rápido y lo encontrara, lo bajara. Recuerdo a Desean Jackson y a Mike Wallace, a Greg Jennings. Yo por esos momentos pensaba que ese era el camino de la victoria: sumar 300 o 400 yardas y anotar 40 puntos por partido. Aquellos eran los años de los abusivos, del 2006-2011 aproximadamente, donde te daba un gran coraje al ver como hacían lo que ellos querían de un modo horrible que no querías ver: pasando a lo bestia, ¿así como? Los ataques lanzaban, se hinchaban a arrojar el balón y las defensas se derretían. Hubo un momento, en el 2010 que ya no parecía a ver mas que balones lanzados. El juego de carrera estaba desaparecido, conseguía 1000 o 1300 yardas por temporada en equipos ganadores. Se estaba olvidando lo que era el deporte en su naturaleza y los equipos abusaban, pero no eran abusadores de verdad, eran de esos que crecen en barrios de dinero y se creen peligrosos.

Hay dos tipos de abusivos: los de barrios de dinero que acabo de describir, y los cabrones de verdad, los que no se andan con joterías, los que van a golpearte y te va a doler de verdad, los que no tienen sentimientos y te tienen un desprecio, o bien una falta de empatía.



Desde entonces he visto muchas cosas, a muchos abusivos: a Brady y los Patriots campeones dos veces, a Eli Manning haciendo genialidades y después cagarla. A Ray Lewis dando sus últimos coletazos, a Vick rompiéndole el corazón a los fanáticos de los Eagles. A Calvin Johnson saltando y siendo un gigante en un mundo de niños. A Derek Carr instaurando una nueva esperanza en una nación que la tenía perdido. A Fox arrodillando a uno de los mas grandes y dándose por vencido. He visto muchas cosas que me han hecho gritar, suspirar o entristecerme.




Hay tres jugadores en este mundo que tengo en mi corazón especialmente, tres abusadores: uno es Sebastian Janikowski, con sus patadas letales, enormes, que surcan el cielo partiéndolo a la mitad, que parecen perderse pero luego retoma la dirección. A Megatron, Calvin Johnson, el Dios de las recepciones, la persona con peor suerte en todo el mundo del football americano y que nunca estuvo en un equipo con aspiraciones reales. Y el tercero es Marshawn Lynch. El verdadero abusador de abusadores.

Lynch es un RB muy extraño: físicamente parece ser una combinación de todos sin llegar a ser nada. No tiene la altura de Latavius Murray o Adrian Peterson, pero no es pequeño como Maurice Jones-Drew o Darren Sproles; tampoco es tan delgado como Ezekiel Elliot o David Johnson. Aunque no es tan ancho como Eddie George o Jerome Bettis. No tiene la elegancia de Ladanian Tomlinson, que rompía todo con cortes imposibles y lograba quitarnos el aire en cada carrera. Parece mas bien uno jugador de norte-sur de esos que la rompen haya o no un hueco.

Pero cuando tomaba el balón y avanzaba había de dos: o le caían tres o cuatro jugadores encima y le paraban; o bien rompía la línea y a lo bestia se quitaba jugadores: uno y dos y tres y otro y otro… ya lo demás no lo tengo que decir, sus carreras son las mas famosas de toda la liga, busquen sus videos en youtube. Lynch golpeaba las defensas rivales, con elegancia pero brutalidad, creaba huecos donde no los había y si no los hacía los empujaba hasta que se abriera. Castigaba a sus rivales, pero hacía cortes que doblaba cinturas a medio mundo y que nos sacaba gritos sin poder creer lo que veíamos. Sacaba giros y cambios de dirección cuando parecía que ya estaba sin camino alguno. Hacía que nos cuestionaramos “¿cómo carajos un tipo así puede dar ese cambio sin romperse los tobillos?” Saltaba con fiereza y golpeaba a los rivales si es que ocupaba esa yardita extra. Y recibía, no se amilanaba al pase, recibía y bloqueaba. Les repito, un corredor extraño, que se ve una vez cada  década. Lo mas cercano a la gloria que hemos tenido desde Walter Payton. 9,112 yardas. 74 TD, 4,2 yardas por intento de carrera.



Lynch me hizo amar el juego físico, las carreras y apreciar las líneas ofensivas, me hizo ver mas hayá de lo simple y encontrar lo frío y lo calculativo, ver donde se le pone huevos. Le recordó a la liga que antes de tener un pasador de mas de 5000 yardas es mejor tener un ataque balanceado que domine como quiera y cuando quiera y así no solo ganaras, dominarás. Abusaras. Donde realmente poder decir “soy mejor que tú”: cuando nueve tipos te golpean pero no pueden detenerte, ahí es cuando puedes decirles a todos lo bestia que eres. Por que así es como se le llamaba: la bestia.

El 7 de Febrero del año 2016 pasaron dos cosas que me entristecieron enormemente: uno fue el campeonato obtenido por los Broncos, y el otro el anuncio de retiro de Marshawn Lynch, uno que hizo que pusiera una mueca de tristeza en mi cara.  Y el año siguiente sentí un vacío muy fuerte en la NFL. Los juegos de los Seahawks ya no tenían ese sabor, esa adrenalina, los highlights semanales ya no estaba ese tipo que golpeaba a todos y los hacía sufrir y aún así no terminaba de avanzar. No beast mode.



El día Jueves 16 de Marzo sin embargo algo nos golpeo, leí la noticia y no me lo pude creer, “¿será cierto, realmente Dios nos quiere… no es solo una broma de estos tipos…?” Una y otra vez, busqué en todas las redes de comunicación que pude encontrar: fui a NFL.com, espn, as.com, univisión, cbs noticias… y todas la confirmaban: Marshawn Lynch está en serias platicas con los Oakland Raiders para regresar de su retiro, en un posible trade con los Seattle Seahawks. ¿Qué mas puedo agregar que no se han de imaginar? Uno de mis jugadores favoritos de toda la liga, con fuertes rumores para ser parte del equipo de mis amores.

A mi la verdad no me importa donde vaya a jugar, (bueno si, si me importa, y mucho) yo solo quiero volver a ver, una temporada mas, al número veinticuatro pisoteando defensivos y al terminar una anotación, alzar los brazos y pedir sus dulces, con pedantería y arrogancia, como el niño que es jugando a ser el abusivo del salón.



Correo: pacopuriffic@gmail.com Twitter: @clarkmorales 

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